Rodolfo de Florencia (México, 1968) articula su práctica desde la pintura como fundamento, expandiéndola hacia el dibujo, la fotografía, el objeto y la instalación. Valiéndose de la paradoja y de su peculiar manera de trabajar en series, le permite abrir distintos campos de investigación sin perder coherencia conceptual. Más que una búsqueda de estilo, su trabajo se presenta como un laboratorio donde el arte interroga su naturaleza y función, situándose en un espacio intermedio entre investigación estética y reflexión ontológica del arte. En este sentido, su obra no se limita a producir objetos, sino a problematizar el lugar mismo donde el arte se define, se dispersa y se reconstituye.